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RITUAL Y SÍMBOLO; SÍMBOLO Y VIVENCIA; REINTERPETACIÓN.
Reflexiones en torno al ritual y aspectos afínes.
por el Q.H. Jorge Tachauer Sebök M:.M:.
RL "Wolfgang A. Mozart" Nº206
Gran Logia de Chile


I) A MANERA DE INTRODUCCIÓN.

 

Desde épocas muy remotas cada ser vivo, incluido por cierto el Hombre, ha trata-do de llevar su vivir de acuerdo a la especial realidad que ha captado del medio. El bió-logo sueco Johannes von Üxküll (1864-1944), basándose en principios empíricos, sos-tuvo que cada organismo vivo posee un mundo propio, lo que lo lleva a tener una experiencia que le es peculiar. Por lo demás, esta idea ha sido enunciada por numerosos pensadores e investigadores desde hace al menos un siglo atrás.  Estos fenómenos pro-pios de la vida de una determinada especie no son transferibles –en líneas generales- a otra especie. Las realidades de los organismos diferentes son inconmensurables e incomparables entre sí.

 

El Hombre, tras explicarse cada fenómeno vivenciado como individuo o como grupo, tiene la tendencia natural a atesorar las experiencias en la memoria y, si estas han sido experiencias positivas o gratas y han provocado cambios favorables en su respuesta a las solicitaciones del medio, trata de repetirlas re-creando las circunstancias en que originalmente sucedieron, para volver a recibir estos estímulos primigenios.

 

Este conjunto de explicación y de repetición (o re-creación) conformó, cuando apareció por primera vez en el mundo humano (u homínido, dada su antigüedad), a de-cir de Cassirer, un método nuevo para adaptarse a su ambiente. Entre el sistema receptor y el efector, que se encuentran en todas las especies animales, hallamos en el Hom-bre como eslabón intermedio algo que podemos llamar “sistema simbólico”, que transforma completamente la vida humana, dándole la vivencia de una realidad más amplia y con una nueva dimensión de la realidad.

 

La respuesta del Hombre a las presiones o estímulos del medio no son ni directas ni inmediatas en lo que es perdurable en el tiempo; esta demora se debe a que hay un proceso de pensamiento y elaboración previas a cualquier clase de respuesta.El Hombre,por costumbre y por deformación, antes o en vez de enfrentar directamente las exigencias del medio ambiente o del hábitat, pasa por un proceso reflexivo. Durante los milenios de andar por el mundo, el Hombre gradualmente se ha ido envolviendo en formas lingüísticas, en imágenes artísticas (esto es, elaboradas) y en símboos míticos más o menos sutiles.

 

Y aquí llegamos a otra “envoltura” que usa el Hombre para re-crear una realidad pretérita y volver a vivenciarla: el Rito, fenómeno aparecido en los albores de la exis-tencia humana, revistiéndola con uno u otro tipo de detalles, a la vez que paralelamente la despoja también de diversos detalles, como concesión al momento histórico contemporáneo y a su interpretación y representación contemporáneas de acontecimientos pa-sados, en forma sintetizada y, principalmente, simbólica. Este despojo y revestimiento simultáneos permite detectar las huellas que cada generación sucesivamente ha intentado dejar a las generaciones siguientes.

 

 

II) PREÁMBULO GENERAL.

 

En el seno del pensamiento mítico el Rito adquiere una insospechada importan-cia. El Hombre carece en sí mismo del poder para mantener y reproducir el mundo tal como lo percibe. Este no tiene control completo (a veces ni siquiera en parte) sobre la reproducción, la fertilidad o los fenómenos meteorológicos. Sin embargo, el Hombre es esencial para asegurar esta reproducción y la armonía en el Cosmos de manera de permitir su supervivencia en este. Para ello, es indispensable propiciar a las fuerzas potentes que controlan la Naturaleza.

 

El mecanismo elegido por las sociedades para lograr el propiciamiento, y de ahí su importancia, es el Ritual, que es por definición, RELIGIOSO. Esto en el sentido más estricto que se quiera dar al concepto “religión” (ya sea se origine de re-ligare o de re-legere). El Ritual es, entonces, el encargado de canalizar las intercesiones en las actividades de lo sobrenatural, aspecto esencial para la reproducción de las socie-dades humanas.

 

En la mayoría de las sociedades agrícolas “primitivas” es de suma importancia establecer una relación armoniosa con los integrantes de la sociedad extra-humana. Los ritos tienen por un lado la función de “agradar” a las fuerzas extra-humanas y, por otra parte, “pagarles” o “agradecerles” los favores que reciben.

 

Los ritos y los rituales, para alcanzar sus objetivos usan un lenguaje propio, que incluye palabras, movimientos, eventualmente música, regalos y otros soportes. Cada rito está definido por un comportamiento particular, una secuencia definida de actividades, que se suceden en un espacio físico determinado, y en una temporalidad específica.

 

Este lenguaje particular del rito, es decir, esta secuencia de actividades, tiene la característica esencial de encontrarse rígidamente prescrita. La efectividad del ritual es segura sólo en la medida en que se cumplan adecuadamente los estereotipos. Lo que el hombre hace a través de sus actividades rituales es revivir el comporta-miento de los Seres Míticos en el tiempo primordial. Las múltiples contradicciones que experimenta el Hombre a lo largo de su vida, entre las cuales la muerte sea qui-zás la más importante, se disuelven en el rito al hacer alusión al tiempo mítico, en el cual estas contradicciones tienen explicación, causa y sentido. Mediante el ritual el mundo es resignificado, reafirmando los valores culturales y la posición del Hom-bre en el Cosmos.

 

La forma que elige el rito para resolver la problemática de la vida en el mundo será siempre inevitablemente la misma, y aquí es donde yace la clave para su desciframiento y comprensión: el rito nos remitirá a un prestigioso tiempo de los orígenes, nos hace revivir el tiempo fundacional de la realidad, trasladando al Hombre a un tiempo extra-cronológico (ucrónico), proporcionando un fundamento y un sentido incuestionable a la existencia y a la actividad humana.

 

De todo lo anterior se deriva que lo que define operacionalmente al rito es un patrón de conducta rígidamente estructurado, de tal manera que la variación individual en su ejecución o la dispersión del significado de los símbolos que utiliza, es reduci-da en forma significativa.

 

Aunque existen a menudo numerosos elementos en el comportamiento ritual que toleran efectivamente cierto grado de variabilidad individual, la mayoría de sus as-pectos no pueden ser dejados al azar o permitir improvisación. Para ser efectivos, como dijimos, los rituales deben reproducir fielmente las pautas y normas que están establecidas.

 

La estructura del rito, que se expresa materialmente en la forma en que es apro-piado un espacio sagrado, constituye la representación  de un ordenamiento conside-rado ideal, con una visión especial de lo sagrado, de lo absoluto, de lo trascendente, de lo real en último término. No cabe duda que el rito constituye un lenguaje, en cuanto vehículo de comunica-ción con lo intangible, utilizando un código culturalmente inteligible, con una es-tructura interna que lo ordena y le da sentido. Cada participante del ritual procede consciente o inconscientemente a decodificar-lo, absorberlo y a incorporarlo a su vivencia. El rito, lo que está prescrito, perdura a través del tiempo; el ritual, es decir, el desarrollo del rito, puede tener cierto grado de variación en el tiempo y en cada individuo. Pero la vivencia del ritual, lo que ca-da uno extrae para sí, es algo individual y personal, dependiendo de la estructura psicológica y de la experiencia emotiva y racional de cada individuo.

 

De aquí que la vivencia es única e intransferible. Además puede ser variable en el tiempo. Podríamos aventurar que cada vez que un individuo participa –vive- un ri-tual, su experiencia es distinta a las otras veces, y también es distinta a la de los de-más individuos que lo viven simultáneamente.

 

 

III) DESARROLLO.

 

El Hombre, al enfrentar un determinado fenómeno o acontecimiento, natural o provocado, y que le ha causado una conmoción en sentido positivo (por ej: una cosecha especialmente abundante), o en sentido negativo (por ej: una inundación que arrasa con viviendas, siembras y animales), y al ser incapaz de encauzarla o dirigirla a cabalidad de acuerdo a sus intereses o necesidades, ha tendido en forma natural a explicarse el o los fenómenos involucrados dándoles ingredientes extra- o supara-humanos: dioses, fenómenos naturales con existencia independiente, señales de deidades ya conocidas, etc.

 

Para evitar la repetición de acontecimientos negativos o, por otra parte, para propiciar la ocurrencia de acontecimientos positivos, el Hombre desde épocas primige-nias y doquiera se encontrase geográficamente, trató, por medio de individuos “especializados” dentro del grupo, clan, tribu o sociedad (brujos, sacerdotes ,hechice-ros, etc.) de crear situaciones similares a las que originaron los hechos, ya sea para evitar que volviera a ocurrir acontecimientos negativos o para repetir los positivos. Desarrollaron en esta etapa una serie de actos y acciones a las que, efectuadas con regularidad y con cada vez mayor precisión de acuerdo a lo prescrito por la memoria de los ancianos y, posteriormente, a lo físicamente escrito o descrito cuando apare-cieron distintas formas de escritura y de simbología , se le asignaron a estas acciones y actos por sí mismos el poder determinante de desencadenar o evitar los acontecimientos, respectivamente.

 

Se fue creando así una nueva realidad: una verdadera “representación teatral”, en que, quienes tomaban parte se posesionaban de tal amanera, con tal fuerza del rol, que dejaban de ser ellos mismos y pasaban a ser en verdad aquello que representa-ban. Así, el brujo que representaba el poder del viento, y a quien dentro del ritual había que aplacar, pasaba a SER el viento, dentro de la más fiel tradición teatral de Stanislavski.

 

Un ritual, así comprendido, debía y, en aquellos grupos humanos en que se efectúan al presente rituales (es decir, prácticamente TODOS los grupos humanos, incluidos los que se autocalifican de modernistas), debe, poseer ciertos elementos fáciles de aprehender por los participantes, tanto los menos instruidos como los más doctos. Estos elementos son, por supuesto, SÍMBOLOS, que deben cumplir ciertos  requisitos, a saber:

 

- deben ser CONVENCIONALES, esto es, la mayoría debe interpretarlos de mane-ra similar, y los que no los entienden acuden a aquellos “capacitados” para hacer la interpretación;

 

- deben estar en uso desde tiempos muy ANTIGUOS, perdidos en el tiempo, y

 

- deben ser muy SENCILLOS, al menos en los primeros estadios del desarrollo del rito.

 

No está demás dejar en claro que el paso del rito prescrito a su ejecución práctica es lo que conocemos como RITUAL, y es lo que deja una enseñanza, una vivencia y está sujeto a una interpretación, tanto de quien lo ejecuta como por parte de quien lo recibe y/o participa como espectador. Un buen símbolo, elegido cuidadosamente, conocido por varias generaciones, puede provocar en el individuo, si se ejecuta el inteligentemente el ritual hacia un fin determinado, “una emoción incontenible que le permite llegar al éxtasis de la idea que nace”.

 

El flujo de la comunicación, en especial la no-verbal, entre el emisor  el o los re-ceptores, debe ser certero aunque sea superficial. Es difícil que se logre una comuni-cación no-verbal que deje huellas profundas en las primeras etapas del flujo comunicacional. La política y la historia nos enseñan que los mensajes que más calan en las masas son de escasa profundidad y contenido. La masa, en general, poco preparada en los temas más importantes, sólo es capaz de y está en condiciones de captar y en-tender mensajes o comunicaciones no-verbales muy primarias. Sólo cuando los grupos humanos de receptores  se van gradualmente sensibilizando, el flujo comunica-cional repetitivo y reiterativo se va haciendo más profundo, aunque el contenido no sea necesariamente más complejo. La reiteración y la repetición van, gradualmente también, penetrando en el subconsciente.

 

Aquí vamos entrando en el factor ritual del esoterismo que, como bien sabemos, podemos definir como el estudio y la comprensión de lo no-aparente. Una leyenda internalizada profundamente mediante la repetición regular de un ritual apropiado deviene en que los “espectadores” pasen ya a no sólo reconocer el significado del mensaje que les es representado, sino que comienzan a protagonizar el ritual, dándole una interpretación propia, personal, del mismo, viviéndolo de acuerdo a lo que piensan y sobre todo a lo que sienten.

 

El sistema de rituales, como nos ha enseñado la historia y nos enseña la vida hoy, puede dar, si usado en forma sana, oportunidad a que los individuos desarrollen sus potencialidades positivamente, a favor propio y de los integrantes del grupo; si es usado en forma perversa, negativa y egoísta, puede dar cauce a las aberraciones más increíbles gestadas sobre masas débiles de voluntad, obedientes y serviles a quien o quienes detentan el papel de “brujo” (llámense, según la época: Rey, Papa, Gran Je-fe, Duce, Führer, Generalísimo, etc.); se trata de masas que, por incapacidad momentánea o permanente no están en condiciones de decodificar la esencia del mensaje que se les entrega y, menos aún,  de discriminar acerca de su contenido.

 

Es indudable que tanto el mundo profano como el que podríamos llamar sagrado, es decir, relacionado con ideas religiosas, está imbuido de ritos y rituales. El gran peligro en el que han caído numerosas ideas religiosas o instituciones religiosas organizadas radica en que, si no poseen una base ideológica, axiológica, gnoseológica y/o escatológica, la religión o idea central es suplantada por el ritual, convirtiéndose este en un envoltorio vacío y carente de ideas o valores  trascendentes pasibles de transmisión o estudio. Existen numerosos casos de esta índole en la historia. La reli-gión romana y también la egipcia terminaron así. En nuestros días, posiblemente haya algunos ejemplos dignos de mención, pero este no es el lugar ni el momento de hacerlo. Se ha visto que un mayor boato externo suele ocultar una decadencia ideo-lógica mayor.

 

 

OBSERVACIONES.

 

En nuestra Augusta Orden es de primordial importancia transferir las vivencias rituales a experiencias trascendentes. El método más adecuado es transferir los resultados sociales provenientes de las experiencias mencionadas, en vivencias esotéricas, tales como las que desde tiempos inmemoriales hasta la Grecia pitagórica se aplicaban a todo conocimiento que no podía ser explicado por el lenguaje común. Y, como vemos, el esoterismo debe recurrir a métodos indirectos cuya expresión fundamental es la Simbología.

 

Para una percepción adecuada de los rituales –y, por ende, del rito- es necesario estudiar  algo más que lo que está escrito o es tradicional; debe imperiosamente estediarse también el mundo en que vivimos. Debe haber un trabajo conjunto y para-lelo de introspección y estudio de la realidad, cuya conjunción acrecentará en proporción geométrica la fuerza de ambas fases, logrando en algún momento y de alguna manera, la armonía entre ideal y materia.

 

La Masonería es, más allá de su estructura y sus prácticas, una VIVENCIA INEFABLE cuando nos adentramos y vivimos en ella, en tanto iniciados.

 

Ya enmarcados en lo que es nuestra Augusta Orden y lo que son nuestros usos y costumbres, entendemos por Rito una serie de acciones y movimiento relativamente rígidos y estereotipados prescritos y descritos por las autoridades pertinentes, llá-mense Departamento de Rito y Simbolismo, Gran Maestro, etc . El desarrollo práctico del rito (el ritual) puede tener variaciones, no siempre permitidas o aceptadas por la legalidad masónica, de acuerdo a quienes llevan a cabo una determinada ceremonia. Los estudios históricos apuntan a que los ritos – masónicos o profanos – tienden a ser más estables y a variar menos en el tiempo que la mayoría de las actividades consuetudinarias de los pueblos.

 

Por cierto, para comprender bien un rito y su ritual es menester desarrollarlo unmerosas veces par imbuirse de su mensaje exo- y esotérico, y vivenciar su desarrollo experimentando nuevas y emocionantes sensaciones cada nueva vez que lo realizamos.

 

Somos en el mundo profano individualistas y tremendamente egoístas, insensibles (en general) a los sufrimientos de nuestros semejantes; muchas veces nuestros ojos no quieren ver la miseria física y moral de nuestros congéneres. La lucha por la existencia, mirada desde puntos de vista individualistas, ha hecho que los Hombres esta-blezcan la desigualdad y la consideren, si no justa, al menos normal o inevitable. Cuando, de jóvenes, nos ha chocado esta situación, nos ha provocado desencanto,y hemos forjado ideales que casi nunca se han podido realizar.

 

La masonería se nutre de aquel mundo profano y a nosotros se nos presenta la gran oportunidad cuando una voz o una mano amiga nos invita a ingresar a la FM para que hagamos, al igual que otros muchos, un nuevo modo de vida, idealista y práctico a la vez. Ya aceptados, como “Queridos Hermanos” de otros “Queridos Hermanos”, con el transcurrir del tiempo asistiendo a Tenidas, Cámaras y ceremonias determinadas, aprehendemos que esta nueva forma de vida se ajusta y re-ajusta cada vez que estudiamos los ritos y practicamos los rituales, que nos ponen en un tono sicológico que, a esta hora y a esta edad, nos regresa a la Cámara de Reflexiones, nos hace dejar fuera de nuestro ser el bullicio de la salvaje y cruel selva de la profandad, para entrar en una sintonía reflexiva y meditativa de consuno con los otros QQ.HH. que, por su parte, también se están retrotrayendo a su propia Cámara de Reflexiones. Cada ocasión en que, en Tenida de Primer Grado, participamos en el ritual de Apertura y de Cierre, respectivamente, somos una vez más Aprendices aunque nuestra edad masónica sea mayor.

 

La FM enseña al Masón mediante el estudio del Símbolo, para que sea capaz de desarrollar hasta donde le permitan sus potencialidades, la fuerza que el símbolo guarda. Este es un grado muy bello porque hace que el espíritu del Aprendiz se abra idealmente por completo, y encuentre el camino de Luz y el sentido de Vida que le va señalando la simbología del grado. Es un claro ejemplo de comunicación y do-cencia no-verbal que el profano no sospecha ni puede captar sin el toque casi mágico y consagratorio que es la Iniciación. Repetiremos algo que tenemos muy claro: la Iniciación no produce automáticamente a un Iniciado. Para ser un verdadero Inicia-do el camino es arduo y se requiere del esfuerzo perseverante para desarrollar nume-rosas y valiosas potencialidades que el rito y el ritual insinúan; pero si no hay reacción de parte del Iniciando, la Iniciación como ceremonia no sacramental que es, no producirá cambios ni en la conducta ni en la percepción del individuo.

 

El efecto gradual de un ritual bien desarrollado debiera originar un Masón (Apren-diz, Compañero o Maestro) con la capacidad  evidente de poder emprender el cami-no de liberarse del error, del vicio y del prejuicio.

 

En el caso del profano que acaba de pasar por una Ceremonia de Iniciación, y de ser constituido Aprendiz por el VM, debe comenzar una etapa azarosa y difícil de perfeccionamiento espiritual y moral. Se le puede aplicar, con gran certeza, el verso del QH Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al an-dar”. El ritual le indica una senda, pero es el individuo, el Aprendiz, el Compañero o el Maestro, los responsables de la rectitud y solidez de dicho camino, y también será responsabilidad de ellos el final del camino, el lugar hacia donde los llevará dicho camino si es cree que alguna vez lo terminarán de recorrer.

 

 

IV) A MANERA DE CONCLUSIONES.

 

1) Los rituales han existido prácticamente desde que el homínido tomó conciencia de que era diferente a los demás animales.

2) Los rituales han relacionado tradicionalmente al ser humano con lo inexplicable o lo incontrarrestable: el Sol, la Luna, los fenómenos telúricos, los elementos orográficos  (montes sagrados), hidrográficos (ríos sagrados) y similares.

3) Los rituales han sido, según la índole de las necesidades humanas, y según la ín-dole del estado sicológico del individuo, positivos (buscando el bien directa-mente), propiciatorios (aplacando o buscando la benevolencia de los elementos intermediarios), etc.

4) En etapas primitivas, o en pueblos de la actualidad que no han desarrollado las sutilezas metafísicas más que en forma grosera, o no las han desarrollado en absoluto, la ejecución y práctica de rituales ha provocado y permitido la existencia de in-dividuos “especializados” en la ejecución de los mismos.

5) En instituciones no-religiosas como la Masonería (sin excluir, eso sí, algunas instituciones religiosas como la Fe Baha’i, los drusos, etc.) los rituales tienen características o resultados esotéricos, que favorecen que quienes son intro-ducidos en sus prácticas y doctrinas empiecen a caminar por sendas sicológicas y metafísicas que tienden a provocar provocan cambios de conducta en forma positiva para el adepto y, por su accionar en su entorno habitual, traspasan también una mejoría moral e intelectual a ese mismo entorno.

Bibliografía.

- Cassirer, Ernst: Filosofía de las formas simbólicas: El Lenguaje.
- Schlosser, José: Racionalización de la Simbología. RL “La Fraternidad”, Valle de Tel-Aviv, Gran Logia del Estado de Israel.
- Dinamarca, Daniel: Los rituales en la vida del Hombre. RL “Germinación” Nº81, Valle de Santiago de Chile.
- Sanz, Guillermo: Liturgias y rituales en la vida del hombre masón. RL “Germinación” Nº81, Valle de Santiago de Chile.
- Universidad de Chile: Anales, Sexta Serie, Nº6, diciembre de 1967.



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